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                        | CON PATRICIO BERTELLI EN MILÁN.EL SEÑOR PRADA
 Es la mitad de la empresa. El hombre que lleva las riendas con
                            Mano de hierro.
 Unió su destino a Miuccia, la heredera del
                            negocio, hace 30 años.
 Juntos han hecho de la firma un mito
                            del lujo que vale millones.
 
 Por Jesús rodríguez. Fotografías: Latinstock, AP, AFP, Bloomberg. 
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                            | El único restaurant que hace
                              perder el juicio a Patricio
                              Bertelli es Castellucci, una
                              discreta casa de comidas
                              en Montevarchi, a media
                              hora de Florencia. No figura
                              en las guías. Pero en sus
                              rústicas mesas de madera
                              se come, según Bertelli,
                              la mejor Fiorentina de la Toscana. Unas
                              enorme chuletas de buey
                              a la parrilla arrebatadas
                              por fuera y casi crudas
                              por dentro, espolvoreadas
                              de sal gruesa y pimienta
                              negra, que se cortan
                              como manteca y apenas
                              sangran.
 A veces Bertelli
                              se pone al frente de los
                              fogones y prepara su
                              carne tras elegir un tinto
                              supertoscano para darle
                              la réplica.
 Está como en
                              casa.
 “Los toscanos somos
                              los mejores. Los tres
                              poetas italianos que
                              todos reconocen, Dante,
                              Boccaccio y Petrarca, eran
                              toscanos. Ellos hablaban
                              mi idioma, el toscano; nos
                              hemos impuesto al resto
                              de Italia. Somos los más
                              inteligentes y nuestra comida y nuestros
                              vinos y nuestro aceite son buenísimos.
                              Y los mejores artesanos están aquí.
                              ¿Necesita algo más?”.
                              La Toscana es territorio Bertelli. El que
                              domina. Nació muy cerca de aquí, en
                              Arezzo, bajo los Apeninos coronados de
                              nieve, en 1946. Y aquí empezó a labrarse
                              su leyenda empresarial. Bertelli es el
                              sumo pontífice de Prada; el hombre que
                              transformó una exquisita y caduca firma
                              milanesa de artículos de cuero, que hasta
                              1983 sólo contaba con una tienda, en la
                              primera marca global del lujo a través de
                              220 tiendas propias, ventas en 2007 de
                              1.600 millones de euros y una influencia
                              en el mundo de la moda que nunca antes
                              se había visto.
 En 1977 Bertelli conoció a Miuccia
                              Prada, la heredera del negocio.
 Ambos
                              estaban en la treintena. Inteligente, extravagante,
                              de belleza atípica; licenciada en
                              Política, feminista, adicta al mimo, Miuccia
                              militaba en el Partido Comunista, leía filosofía
                              y vestía de Saint Laurent.
 El perfecto
                              exponente de la izquierda divina. Quería
                              que Prada diese un paso adelante. No
                              sabía cómo. Bertelli era apenas uno de
                              sus proveedores. Un segundón. Dueño de
                              varios talleres de marroquinería que trabajaban
                              para Prada. Eficaz y ambicioso. Había
                              tenido problemas con Miuccia por fusilar
                              algunos de sus diseños. Pero era listo y
                              arrogante. Y con una inmensa seguridad
                              en sí mismo. Lo que ella necesitaba.
                              Unieron sus intereses económicos y
                              sentimentales.
 Fusionaron sus empresas.
 |  | Cada uno de ellos cuenta hoy con un tercio
                              del capital de Prada (el otro tercio se reparte
                              entre la familia y el Banco Sanpaolo).
                                Se fueron a vivir juntos sin casarse. Iban
                              a enseñar a los ricos del mundo a vestirse
                              con un nuevo minimalismo elegante y de
                              calidad. Convirtieron una mochila de nylon
                              negro en el anhelado y caro símbolo de
                              una época y pulieron la marca Prada hasta
                              convertirla en un referente que valía más
                              de 3 mil millones de euros.  Desde 1989,
                              Miuccia dictaría lo que se iba a llevar. Sus
                              tiendas del Soho neoyorquino y Tokio dejarían
                              de ser tiendas para
                              convertirse en espectaculares
                              centros de cultura,
                              arte y comunicación firmados
                              por los arquitectos
                              más mediáticos: Rem
                              Koolhaas y Herzog & De
                              Meuron. Prada era el mito.
                              Bertelli dirigía con mano
                              de hierro. Y Miuccia, liberada
                              de la gestión, aportaba
                              silenciosa una creatividad
                              arrolladora. Eran dos
                              caracteres imposibles.
 Pero el tándem funcionaba.
                              Ganaron mucho dinero.
                              Y apostaron por ser los
                              árbitros del lujo mundial.
                              A finales de los ‘90, la
                              pareja adquirió participaciones
                              en algunas de las
                              firmas de moda más apetecibles:
                              Gucci, Helmut
                              Lang, Jil Sander, Fendi, Alaïa. Las viejas
                              marcas estaban en crisis. Devaluadas y
                              ahogadas por las deudas.
 La receta para
                              reflotarlas era la que Bertelli había aplicado
                              con éxito en Prada: rigor y disciplina.
 La
                              pareja Miuccia-Bertelli jugó en las grandes
                              ligas.
 Bertelli se convirtió en un tiburón.
                              Pero carecía de músculo financiero.
                              Se había expandido demasiado rápido.
 Necesitaba capitalización.
 La inesperada
                              crisis del lujo tras el 11-S le impediría financiarse
                              en Bolsa, donde esperaba captar mil
                              millones de euros.
 El traspié bañaría de
                              humildad a la pareja.
 Terminarían liquidando
                              sus antiguas compras en un doloroso goteo de ventas.
 Y se harían fuertes en
                              Prada.
 Hoy, con una crisis económica global
                              sobre sus cabezas y la imposibilidad de
                              salir a Bolsa, su futuro no está claro. Como
                              en todo el sector del lujo.
                              Pero Miuccia y Bertelli aún son otra
                              cosa. Ricos pero discretos. Al margen.
 El
                              mejor ejemplo de vida del distante universo
                              Prada. O más bien Prada sea el reflejo
                              de su estilo de vida. Son los últimos indies.
                              Presumen de ello.
 Bertelli apenas concede
                              entrevistas.
 |  | No sale en televisión. No
                              posa con famosos.
 No vende el nombre
                              de Prada a coches ni hoteles.
 No tiene
                              mansiones.
 Colecciona arte contemporáneo,
                              pero pocos han visto su colección.
 Navega, pero pocos han subido a bordo de
                              su velero Ulysse.
 Le gusta cocinar para los
                              íntimos; es un erudito del cine y la literatura,
                              y rara vez sale de noche.Y no conoce a
                              Berlusconi. Poco más se sabe de Bertelli.
                              La vida del matrimonio y sus dos hijos es
                              de una opacidad absoluta.
                              Como su cuartel general en Milán. La
                              imagen del edificio gris del número 21 de la
                              impersonal Vía Bérgamo está entre ministerio
                              y monasterio.
 Lo lógico es pasarlo de
                              largo.
 El nombre de Prada no figura por
                              ningún lado. Es una antigua fábrica.
 Dentro
                              tiene la frialdad del cemento desnudo y los
                              tonos desvaídos.
 Una imagen que se repite
                              al dictado en cualquier edificio de Prada
                              a lo largo del mundo. La tercera planta está
                              dividida entre Miuccia y Bertelli.
                              Hay jardines interiores de aire oriental
                              y grandes ventanales para robar el mínimo
                              rayo de sol al sombrío Milán. Los pasillos
                              están desiertos. Los empleados visten
                              de negro. Hablan a media voz. En su ala
                              del edificio, Miuccia realiza el diseño de la
                              marca. En la suya, Bertelli lleva las riendas
                              del negocio. Su despacho es desnudo,
                              blanco y enorme.
 Con gélidas instalaciones
                              de arte contemporáneo, una mesa sin
                              papeles y maquetas del velero Luna Rossa,
                              con el que compitió en la Copa América. El
                              despacho que se supone debe tener el
                              patrón de Prada. Sin embargo, tiene un
                              aspecto tan impecable que da la sensación
                              de que todo es un mero decorado.
                              Los empleados se preguntan de qué
                              humor estará hoy el signore Bertelli.
                              Tiemblan. Llega puntual.
 Es un tipo grande,
                              de aire profesoral, nariz de rapaz,
                              dientes de crío, vientre de bon vivant y
                              pelo que muta del gris al blanco.
 Tiene
                              una elegancia más próxima a Prodi que
                              a Berlusconi. De progresía acomodada
                              de la Italia del norte. Estricto gris y azul.
                              Zapatones negros de Church's (una de
                              las pocas marcas de las que no se han
                              desprendido) y lentes rectangulares de la
                              casa. Está de buen humor. Pero deja claro
                              desde el primer momento que él manda.
 Y no se hable más.
 |  
                            |  |  | –imagine que yo soy un extraterrestre
  y no conozco Prada. ¿cómo me
  explicaría lo que es? –Una casa histórica cuya marca siempre
                              ha sido propiedad de la misma familia,
                              pero que en la última generación deci dió hacer un desarrollo empresarial en
el sector de la moda. Desde el primer
momento pensamos que la distribución
de nuestros productos debía hacerse a
través de nuestro propio canal de ventas
y, además, decidimos completar nuestra
identidad con iniciativas como la fundación
y el velero Luna Rossa, que aportan unos
elementos que hacen de Prada una marca
actual. Cuando una persona compra un
producto de Prada, compra la pertenencia
a un estilo de vida.
 |  
                            
                              | 
                                
                                  | –¿cómo han logrado conjugar tradición
                                    y modernidad? –El problema de las marcas es cómo
                                    ser progresistas y, al mismo tiempo, no
                                    desvincularte de tu historia, de la calidad
                                    del producto, la coherencia de los diseñadores
                                    y la capacidad, incluso en un producto
                                    pobre, de ofrecer una identidad clara. El
                                    concepto del lujo a menudo se considera
                                    un problema de precio. Para mí, un bolso
                                    de cocodrilo no es de lujo porque sea caro;
                                    el lujo ha de aplicarse también a conceptos
                                    más sencillos. Es su identidad lo que hace
                                    que un producto sea realmente de lujo.
 –¿Hubo un momento en que miuccia
                                    y usted se pusieron delante de un pizarrón
                                    y diseñaron cómo convertir esa
                                    pequeña marca familiar en una gran
                                    marca dirigida a la globalidad, con un
                                    estricto control comercial, sin franquicias
                                    ni licencias..?
 –Podría ser vulgar, pero no me gusta
                                    serlo... Nunca en la historia se ha visto
                                    que alguien haga un diseño previo de algo
                                    y triunfe; siempre que se ha hecho primero
                                    un diseño y luego se ha aplicado, ha fracasado;
                                    en política, en literatura... Si tomamos
                                    cualquier expresión de cine, desde
                                    Buñuel hasta Bergman, no creo que ninguno
                                    diseñara previamente sus proyectos.
                                    Un proyecto nace cuando se trabaja en él.
                                    La tensión que se vive en un set es igual a
                                    la que se vive en Prada: no nos sentamos
                                    alrededor de una mesa y decimos: “ahora
                                    vamos a diseñar el futuro”. Va surgiendo.
 –ustedes empezaron casi de cero en
                                    los ‘80.Y otros copiaron su modelo...
 –Su error fue pensar que existe una fórmula
                                    general que se puede aplicar a todas
                                    las marcas y que produce necesariamente
                                    una reacción positiva, sea Fendi, Vuitton
                                    o Gucci. Y no es cierto: la reacción puede
                                    ser positiva o negativa. Es como decir que
                                    todo es positivo si el crecimiento produce beneficios y negativo si no los hay. El gran
                                    problema estos años han sido algunos
                                    analistas financieros, que han acuñado el
                                    concepto de que si una marca no gana
                                    dinero en un año es que lo está haciendo
                                    mal. Había que crecer a toda costa.
 |  | –¿se arrepiente de las adquisiciones
                                    que hizo entre 1998 y 1999?
                                    –Te puedes arrepentir de una compra
                                    cuando sólo piensas en el aspecto financiero,
                                    pero en el ámbito estratégico puede
                                    ser interesante. Nuestras adquisiciones
                                    han sido muy útiles para entender cómo
                                    puedes moverte en el mercado e integrarte
                                    en otros grupos y cuál es tu capacidad
                                    de comunicación. Y los bancos y el sistema
                                    financiero han querido participar en
                                    este desarrollo poniendo a nuestra disposición
                                    capitales, pero la actividad empresarial
                                    no puede compararse con la actividad
                                    financiera. Son cosas diferentes.
 –usted adquirió y después tuvo que
                                    vender Fendi, Helmut Lang y Jil Sander.
¿me puede hacer un análisis de esas
                                    adquisiciones?
 –Las tres eran marcas con una gran
                                    identidad, con debilidades en su distribución
                                    y que tenían personalidad. El único
                                    problema era cómo hacer que crecieran.
                                    –en el caso de Helmut Lang y Jil
                                    Sander, ¿fue un error comprar la marca
                                    con el antiguo propietario dentro, aunque
                                    fuera el diseñador?
 –Yo aconsejaría que antes de comprar
                                    una marca de moda se comprobara que
                                    existe una alquimia entre el nuevo propietario
                                    y el diseñador y ex propietario.
 –¿usted la tuvo con Jil Sander y
                                    Helmut Lang?
 –He tenido buenas relaciones con ellos.
                                    Pero la cuestión no es que sus relaciones
                                    fueran buenas conmigo, tenían que serlo
                                    con la nueva estructura. Si alguien se ve
                                    obligado a vender su empresa, es que no
                                    ha tenido unos buenos procesos empresariales
                                    ni un buen control de gestión.
 Si
                                    hubiesen tenido ese capital empresarial, ni
                                    Helmut Lang ni Fendi ni Jil Sander habrían
                                    vendido a Prada. Pero cuando venden es
                                    que existe la voluntad de ese diseñadorpropietario
                                    de apoyarse en un grupo más
                                    grande para desarrollarse.
 El problema
                                    es que esos antiguos propietarios deseaban
                                    continuar con sus propias estrategias
                                    cuando ya no tenían el control de sus marcas,
                                    cuando ya no eran los dueños.
 |  | –usted tiene fama de tener un carácter
                                    muy fuerte. –Lo tengo. Y eso significa que soy
                                    democrático.
 –¿democrático?
 –Ser fuerte no quiere decir que sea
                                    antidemocrático.
 La palabra fuerte no va
                                    unida a autoritarismo. Uno puede ser fuerte
                                    y democrático, fuerte y autoritario, fuerte
                                    y fascista. Yo soy fuerte y democrático.
                                    Hablo con mis trabajadores. Y si acaso,
                                    cuando me canso, más bien autoritario.
 –dicen que la mezcla ideal del padre
                                    es estricto pero cariñoso.
 –El cariño es una forma democrática
                                    de relación. Pero no es mi caso, y/o en mi
                                    vida he ido de vacaciones con mis colaboradores.
                                    Nunca.
 –bueno, con su esposa, que es su
                                    socia.
 –Con ella sí, pero le hablo de vacaciones
                                    con los diseñadores y esas cosas.
                                    Siempre he separado mi vida privada de
                                    la profesional.
 No por secretismo, sino por
                                    libertad.
 –¿es complicado trabajar con su
                                    mujer?
 −En casa no se habla de trabajo.
 −¿de verdad?
 –Hablamos de la fundación, de la Copa
                                    América... Los hijos ya son mayores, pero
                                    antes no hablábamos de trabajo ni un
                                    minuto. Mi casa no es una oficina.
 –¿cuál ha sido la clave del éxito de
                                    Prada?
 –Trabajo, calidad, no pensar en el dinero,
                                    sino en hacer un producto bien hecho
                                    y considerar que la competencia no es
                                    tonta; hay que mirar siempre lo que hacen
                                    los otros...
 Dentro de cada realidad siempre existe algo positivo.
 –¿la cuestión no era ganar dinero?
 –La cuestión era durar. Si uno sabe
                                    durar en el tiempo, tarde o temprano
                                    habrá repercusiones positivas en el ámbito
                                    económico. La gran cuestión es decidir si
                                    quieres durar en el tiempo, como nosotros,
                                    o resistir al tiempo con una conducta
                                    pasiva.
 –cuando un producto de Prada lo
                                    tienen millones de personas, ¿no deja
                                    de ser exclusivo?
 –La exclusividad no consiste en ser el
                                    único propietario de un objeto.
 |  |  |  
                        |  |  
                        | 
                          
                            | –¿entonces? –Es como un libro. Cuando lo han leído
                              millones de personas, ¿piensa usted que
                              deja de ser un objeto exclusivo? Cuando
                              Buñuel hace una película, quiere que la
                              vea mucha gente. Para mí es lo mismo:
                              literatura, arte, pintura, moda... Para mí lo
                              que cuenta es la aceptación del público. Si
                              quieres ser exclusivo, haces un traje con
                              diez botones y ya está. Para mí es un concepto
                              equivocado. Lo que quiere un artista
                              hoy es tener sus obras en un museo y que
                              todo el mundo las vea.
 
 Para tomar el pulso a Prada hay que
                              ir un poco más allá de los fríos espacios
                              de la Vía Bérgamo donde reinan Miuccia
                              y Bertelli. Es necesario visitar la mítica
                              tienda de la Galleria Vittorio Emanuele, en
                              Milán, donde todo empezó en 1913. Aquí
                              está el ADN de la firma. Bajo estas arcadas
                              emplomadas se conserva la elegancia
                              ajedrezada de entreguerras hoy animada
                              por pantallas de vídeo y música dance de
                              pasarela. Todo brilla. Hay pocos clientes.
                              Los precios son caros. La crisis aprieta.
                              El otro polo de la firma en Milán es
                              la Fundación Prada. El camino entre uno
                              y otro supone cruzar la ciudad desde la
                              optimista belle époque de la galleria a un
                              nebuloso neorrealismo de posguerra. La
                              antigua fábrica de licores del Largo Isarco
                              donde está situada la fundación limita con
                              la vieja estación de ferrocarril, entre vías
                              y almacenes, en un ambiente desolado.
                              Miuccia y Bertelli quieren convertir este
                              espacio en el referente cultural de la ciudad.
                              En su Guggenheim. Su arquitecto de
                              cabecera, Rem Koolhaas, ha imaginado
                              un proyecto con tres edificios y una torre
                              de 60 metros que albergará exposiciones
                              temporales,
 |  |  instalaciones de nuevos artistas artistas,
                              espacios para cine experimental y
                              obras audiovisuales.  “Lo que nunca será
                              es un museo construido para mostrar
                              nuestra colección de arte como han hecho
                              otros. La fundación es una forma de evasión
                              sin salir del trabajo”, aclara Bertelli.
                              Miuccia y él son diferentes.
                              El tercer polo dPrada son las fábricas.
                              A tres horas de Milán. Aquí nadie
                              discute las órdenes de Bertelli. Conoce
                              a muchos trabajadores por su nombre.
                              Algunos llevan a su lado desde 1978. Los
                              más viejos relatan aquellos primeros años
                              en que Bertelli metía mano en todo. No
                              había computadoras.Y sobre la vieja mesa
                              de dibujo controlaba la estructura, el volumen,
                              el logotipo, los materiales y hasta la
                              calidad de cada hilo de algodón. Uno de
                              los artesanos muestra el prototipo número
                              uno de la era Miuccia / Bertelli realizado en cartulina rosa: una pequeña mochila de
                              lona negra con un logotipo triangular. Una
                              reliquia.
 –usted iba para abogado.
 –Mi familia era una familia de abogados.
                                Mi padre era abogado, mi abuelo
                                Michele Bertelli también, y mi bisabuelo.
                                Yo estudié en el Liceo Científico, luego me
                                fui a vivir a Bolonia, que es la mejor universidad
                                de Italia para la ingeniería. No acabé
                                porque empecé a trabajar.
 –¿Quería montar un negocio?
 –A los 19 años ya tenía seis empleados.
                                A los 21, sesenta.
 –¿cómo empezó?
 –De forma casual. Con artículos de
                              cuero. Enseguida empecé a vender, tenía
                              obreros y unmontón de clientes. Fabricaba
                              un producto que no había en el mercado:
                              cinturones de caballero más
 |  | anchos de lo
                              normal. Nadie los hacía. Entonces tenían
                              dos centímetros.
 Los míos eran de cuatro
                              y no había ninguna otra fábrica que los
                              hiciera.
 –creo que conoció a la señora Prada
                                              en una feria en 1977.
 –Nos conocimos por trabajo.
 –¿llegaron al negocio a través del
                                amor o al amor por el negocio?
 –Nunca se sabe cuál es el principio o
                              el final...
 Son situaciones que se crean y
                              luego...
 –¿en qué momento dicen "vamos a
                                hacer algo juntos"?
 –A finales de los setenta.
 El desafío era
                              cómo realizar productos clásicos en clave
                              actual. El esfuerzo fue convertir en moda
                              los bolsos de cuero; en aquel momento se
                              llevaban el naylon, el plástico...
 –miuccia se ocupa del diseño y
                                              bertelli de los números. ¿es tan fácil
                                              como todo eso?
 –Es cierto. Las competencias están
                              repartidas: yo la gestión y Miuccia el
                              estilo.
 –¿Quién tiene la última palabra?
 –Aquí no existe la última palabra.
 En
                              una empresa como la nuestra hay aspectos
                              industriales, de desarrollo, de costos,
                              de funcionamiento... No existen la cabeza
                              y la cola, es un trabajo de conjunto.
 –Pero dicen que usted provoca a
                                              miuccia en el diseño.
 –¿Eso dicen? Será que estoy envejeciendo
                              y se nota.
 –¿se siente mayor?
 –No. La media de edad ha aumentado
                              quince años desde la Segunda Guerra Mundial. Por tanto, si antes la media de
 edad eran los 55 años, ahora
 |  
 
                            
                              |  
 
 |  | Hace
                                falta esencialmente reforzar las intervenciones
                                sociales, dar oportunidades para
                                que se pueda salir del perverso circuito criminal.
                                Sólo con represión no vamos a ninguna
                                parte. Necesitamos todos los recursos,
                                cultura, trabajo, educación, paciencia
                                y tiempo, escritores, periodistas. Se trata
                                de erradicar la violencia como concepto
                                de vida.–¿Positivo?
 –Para mí, sí. También por los hábitos
                                  éticos, morales y de comportamiento de
                                  la sociedad. Se volverá a unas relaciones
                                  menos histéricas y más humanas y en las
                                  que la cultura debe tener un valor fundamental.
 –¿Al mundo del lujo también se le
                                    bajarán los humos? Usted ya abrió el
                                    debate de fabricar en China.
 –Prada tiene que ser hecho en Italia en
                                  cuanto a marca. Nosotros no producimos en China, producimos semiacabados en
                                  el extranjero. Es nuestra forma de trabajar.
                                  Y es muy probable que de aquí a 20
                                  años las plantillas de las fábricas italianas
                                  estén formadas por extracomunitarios.
                                  Lo absurdo es que alguien diga: “Yo
                                  tengo una fábrica en Italia en la que el 60
                                  por ciento del personal está compuesto
                                  por africanos...”. Y entonces, ¿qué es lo
                                  made in Italy, el diseño, el producto,
                                  la fábrica, la mano de obra? Habrá que
                                  aclararlo. Esto es made in international,
                                  no fabricado en Italia.
 –¿Si Prada hubiera salido a Bolsa
                                    en el año 2001,hoy estaríamos hablando
                                    de otro modelo de empresa?
 –Puede ser, pero cada vez que decimos
                                  que salimos a Bolsa se derrumba algo.
 –¿Cuántas veces lo han anunciado?
 –Formalmente lo hemos anunciado
                                  dos veces, en 2001 y ahora. Pero se ha
                                  hecho mucho ruido. Un amigo mío dice
                                  que les avise antes de salir y así saben que
                                  va a pasar algo gordo en esas fechas.
 –La segunda fue el año pasado.
 –Sí, en junio.
 –Y la primera, en torno al 11-S.
 –El 11 de setiembre yo estaba en
                              París negociando y teníamos que hacer la
                              presentación de la marca para cotizar en
                              Bolsa el 18 de setiembre. Nadie estaba
                              preparado para el 11-S. En nuestro sector,
                              nada ha vuelto a ser lo mismo.
 –¿Y en Prada?
 –Nos encontramos con una deuda que surgió porque nos íbamos a financiar
                              en Bolsa, si no, habríamos hecho
                              menos adquisiciones. En aquel momento
                              nos encontramos en una situación en la
                              que hacer adquisiciones tenía una lógica.
                              Nadie se imaginaba lo que iba a pasar.
                              Como nadie habría imaginado la situación
                              actual. –¿Fue un error por su parte?
 –Visto a posteriori, creo que fue un
                              error de riesgo, no empresarial.
 –¿Usted asume que ha cometido
                              errores?
 –Claro que sí.
 –¿Por ejemplo?
 –Concederle a usted una entrevista.
                              Pero algunos errores son positivos.
 
 (El País de Madrid. Derechos Exclusivos)
 |  
                              | son los 70,
                              así que un hombre de 60 años, respecto
                              a un hombre de los años cuarenta, tiene
                              diez años menos. –¿Eso se lo aplica sólo a usted porque
                              no se quiere jubilar o en Prada la
                              gente mayor tiene un sitio?
 –Me gusta contratar a personas mayores;
                              a veces contrato a personas que
                              dejan otras fábricas y se jubilan. Creo que
                              una buena empresa tiene que tener un
                              equilibrio entre jóvenes y mayores. No
                              es cierto que los jóvenes sean la fuente
                              de desarrollo. Y además, ¿quién enseña a
                              los jóvenes? Un autodidacta no llega muy
                              lejos. A mí me han enseñado mis obreros:
                              yo era tan joven que mis obreros tenían
                              como mínimo diez años más que yo. Ellos
                              me enseñaron.
 –Pero hoy Prada está irremediablemente
                              unida a la imaginación de la
                              señora Prada y a la gestión del señor
                              Bertelli...
 –Para nada.
 –Y algún día la señora Prada estará
                              cansada y el señor Bertelli estará navegando...
 –Hay una estructura y hay personas
                              que saben interpretarla. Y además las personas
                              no tienen que ponerse delante el
                              biombo de la edad. Yo he visto a muchos
                              empresarios muy buenos que han decidido
                              jubilarse. Decían: “yo con 50 años
                              quiero jubilarme”.Y vendieron la empresa.
                              No entiendo a esta sociedad que en los
                              últimos años ha querido dar una identidad
                              a la capacidad del ser humano basándose
                              en la edad. Es un error. Debe nacer
                              una corriente que ponga en el centro del
                              pensamiento la capacidad de la persona y
                              no su edad. Esa opinión sobre la edad de
                              los empresarios la han acuñado algunos
                              analistas financieros de 20 ó 25 años y
                              baja cultura que utilizan herramientas de
                              alquimia financiera y están equivocados.
                              ¡Cretinos!
 –Esos mismos gurús dicen que la
                              crisis económica no tiene por qué afectar
                              directamente a la industria del lujo.
 –Eso es una bobada. A nosotros, la
                              recuperación nos llegará antes porque
                              somos más rápidos, cambiamos más rápido
                              que el resto. Damos cada seis meses
                              una nueva visión del mundo. Y los otros
                              van detrás. Pero el problema es otro: esta crisis es de posicionamiento. Es como
                              si usted tomara un ascensor para subir
                              al piso noveno y antes de llegar arriba
                              alguien pulsa el botón y para en el quinto.
                              Es un ascensor muy grande
 |  | donde caben
                              muchas personas: pocas han conseguido
                              salir en el noveno y la mayoría se han tenido
                              que bajar en el quinto. En el Purgatorio
                              de Dante.–Siempre Dante.
 –Siempre el Purgatorio. Segundo año
                              de instituto.
 Ahora el problema es quién
                              tiene recursos y capacidades para subir
                              del quinto al noveno. El ejemplo del ascensor
                              es interesante también para la industria
                              del lujo: yo estoy en el ascensor y subo
                              hasta el noveno y tengo dentro un millón
                              de euros. Y cuando el ascensor baja al
                              quinto, no es que alguien me haya robado
                              el millón, lo sigo teniendo, pero antes con
                              ese millón compraba un reloj y ahora me lo
                              guardo porque antes quiero ver qué pasa.
                              Eso es lo que está pasando. No es cierto
                              que las personas se hayan vuelto pobres;
                              quien tiene dinero, lo sigue teniendo y
                              volverá a consumir, pero el que no lo tenía
                              se vuelve más pobre.
 –¿Y su previsión?
 –Cada vez serán más pobres.
 –Me refiero a la crisis.
 –Yo quiero que la sociedad alcance una
                                humildad general; una sociedad en la que
                                las personas vuelven a trabajar sabiendo
                                que, por ejemplo, la Constitución italiana
                                dice en su primer artículo: “La República
                                italiana se basa en el trabajo”. Es necesario
                                un examen de conciencia.
 Quien
                                quiera comprar una casa, la conseguirá a
                                un menor precio, pero no todo el mundo
                                podrá irse cuatro semanas de vacaciones,
                                tendrá que irse dos semanas; los restaurants
                                no podrán costar 150 euros, tendrán
                                que costar algo menos. Es un cambio de
                                vida.
 Su
                                riqueza cultural y su innata capacidad de
                                análisis y síntesis le deben llevar a escribir
                                con profundidad de lo que sea. Gomorra
                                es la demostración tangible de su calidad
                                de escritor-periodista.
 Pero no debe
                                afirmarse en el imaginario colectivo sólo
                                como experto en Camorra. Debe escribir
                                de otros temas
 –¿Se acabará exiliando?
 –Creo que sus declaraciones sobre un
                                posible traslado al extranjero fueron sólo el
                                momento de desmoralización de un joven
                                que se ha visto de repente en el centro de
                                una fama y una red muy compleja de responsabilidades
                                y tareas. Si sucediese eso,
                                no sería coherente con su forma de ser
                                ni con su mensaje de compromiso social.
 Pero conociéndolo, estoy seguro de que
                                eso no pasará.
 –¿ganarán esta guerra?
 –Estoy convencido, no luchamos solos.
                                No hay tiempos, es una batalla diaria.
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